No pocas empresas se agarran a clavos ardiendo del tipo “ya eres mayor y no estás adaptado a las nuevas tecnologías” para justificar los despidos de sus trabajadores más veteranos. Una cuenta atrás que empieza al cumplir los 45 años y que empeora sobremanera con los 50 en adelante.
Se trata de un fenómeno ya descrito bautizado como edadismo, la discriminación de las personas por la edad. Se ve estos días en la apuesta, al estilo más de Espartaco posible, de personas mayores que se rebelan contra unos bancos que les han abandonado por la sencilla razón de que no entienden como debieran una app que, les confieso por experiencia, en algunas cosas no entienden ni los más adolescentes, duchos como están en estas cosas.
Pero lo que ocupa ahora es el edadismo y su desgraciada aplicación en el terreno laboral. Eufemísticamente, algunos empresarios y sus responsables de recursos humanos hablan de trabajadores séniors como paradigma de experiencia acumulada que aún le conviene mantener. Pero en no pocos casos la cosa se queda en un informe desactualizado de RSC, en una categoría laboral de un convenio que casi nadie ocupa, en una foto de familia y, en el peor y más real de los casos, en una carta de despido.
Lo que se alega en estos casos, que no son pocos a la luz de la estadística del boca a boca, la que nunca falla, es que el trabajador de una cierta edad no está puesto al día en las nuevas tecnologías.
Quien pone el acento en esta cuestión del edadismo es Nieves Ballesteros, workplace manager de Cabify, quien alternó conocimiento y experiencia durante su intervención en el acto de celebración del primer año de funcionamiento de Together is Better, una plataforma de gente especialista que ayuda a otros a sacar adelante sus emprendimientos del modo más solidario, inclusivo e igualitario, siendo la mujer emprendedora, uno de sus principales fines.
Ballesteros resolvió con soltura una cuestión que, más que preocupar, también indigna, a mayores y no tanto. Y así se despachó con una de las primeras verdades del barquero: “Nuestra generación es la que más cambios tecnológicos ha sufrido, sin embargo, se nos acusa de no saber adaptarnos. Pero creo yo que adaptarnos, nos hemos adaptado en estas décadas”.
Nieves Ballesteros tiene más razón que un santo ¿Qué generación, con anterioridad a los años 50 o 60, pasó del vinilo (que duró casi un siglo), al casete, al disco compacto y ahora a la nube, o de la máquina de escribir (casi otro siglo vigente) al ordenador aquel en el que había que escribir varias cosas para que la flecha se moviera hacia arriba (Bill Gates salvo muchos empleos con su ratón), hasta el complejo y sofisticado universo de hardwares y softwares y dispositivos actuales sin que se le moviera un pelo? Si la señalada no es una generación que ha sabido adaptarse, malo está el cuento.
Ballesteros se lamentaba de que si hoy “buscas trabajo con cierta edad eres poco menos que transparente”. Los adolescentes solo conocen la tecnología de hoy, pero sus mayores en edad laboral conocen y experimentan todas las tecnologías más recientes. Es un partido que han ganado los sénior por goleada a muchos ejecutivos de recursos humanos que aún no han cumplido los treinta años de edad, pero que se muestran firmes en proponer salidas de la empresa de aquellos que estiman ‘out’ (un anglicismo ridículo que no pasa de moda).
Será por esto que ya se echa de menos la enseñanza en las universidades de la disciplina de la Humanidades, pero de las humanidades de verdad, las que nos hacen más humanos.