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Edadismo: cuando lo que discrimina es la edad

  • Más del 19% de la población tiene 65 años o más. Son en su mayoría mujeres a las que la edad echa de todos los mercados
  • El programa Objetivo Igualdad analiza los estereotipos y los prejuicios asociados a las mujeres maduras
  • Ya puedes ver “Discriminación por edad” en RTVE.es y de madrugada a las 00.45 horas en Canal 24 horas

Edadismo es una palabra que de momento, no está recogida en el diccionario de la RAE a pesar de ser un término acuñado en 1968 por el psiquiatra norteamericano Robert Butler para definir la discriminación por edad y avalado por la OMS. Lourdes Bermejo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Gerontología, con más de 30 años de experiencia con personas mayores define el edadismo como una suma de factores: “Esa forma de etiquetar a las personas en virtud de su edad. Son los estereotipos, es decir, cómo pensamos; los prejuicios que determinan cómo nos sentimos y la discriminación, cómo actuamos hacia las personas en función de su edad. Asignamos previamente que algo es adecuado o no para una persona, pensamos en ella con base a su edad y a partir de ahí nos relacionamos con ella”.

Una discriminación que afecta más a las mujeres que a los hombres, sobre todo porque ellas son más longevas. Según los datos del INE, el 19,5% de la población española tiene 65 años o más. Son algo más de nueve millones de personas de las cuales más de cinco millones son mujeres, y casi cuatro hombres, unos números  que se van incrementando a medida que se sube en edad.

Una mujer madura está fuera del mercado y no solo del amoroso, sino fuera de todos los mercados

La escritora Inma Chacónmaestra de las palabras, nos recuerda que jubilación significa júbilo y por eso ella se describe ahora como “jubilosamente jubilada”. Hace dos años, a los 65, dejó su trabajo como profesora de documentación en la Universidad Rey Juan CarlosDesde entonces se dedica a su auténtica pasión, la escritura. Confiesa que en algunas ocasiones sí se ha sentido discriminada en la Universidad, tal vez, dice, porque casi siempre era la más mayor del equipo docente:  “Se nota cuando hay personas que te hacen saber que son más jóvenes que tú, como si la juventud fuese un valor, y es solo un dato, una condición por la que hemos pasado todos Soy mayor y me gusta ser mayor”, afirma con rotundidad. Y añade: “Ya he sido joven y me gustó o ni siquiera me daba cuenta de ello y ahora me digo a mi misma: estoy aquí porque estoy viva. He cumplido la edad que tengo gracias a que sigo viviendo”.

Ellos maduran ellas envejecen

Aunque la edad es solo un dato y la vejez una fase de la vida, las mujeres sufren más este tipo de discriminación. Lo sabe bien Helena Márquez, consultora de marketing que ha estudiado la representación de las personas mayores en la publicidad para comprobar que ellas sufren una doble discriminación. A pesar de ser mayoría entre la población mayor, apenas aparecen en los anuncios y cuando aparecen lo hacen encasilladas en roles de género: “Se las ve en el hogar como abuelas, como madres, con una imagen muy conservadora. Ellas están en casa, con su familia mientras que a los hombres mayores se les representa pasándolo bien, con amigos, haciendo deporte”.

En parte, dice, esta experta porque dentro de la profesión publicitaria también hay un problema de edadismo, solo entre un 7 % y un 11% de los profesionales tienen  más de 50 años y si hablamos de mujeres encontramos que aunque es paritaria no es igualitaria porque en los puestos de dirección y de decisión ellos son mayoría.

Sin embargo, asegura Márquez, parece que  “la vejez cada vez vende más”. Las  marcas que hasta hace poco se resistían a mostrar a los mayores porque tenían la sensación de que eso les hacía rancias, menos interesantes, se están dando cuenta de que las personas mayores tienen más poder adquisitivo, más capacidad de compra frente a una juventud cada vez más precaria y con menos ingresos. Un nuevo nicho de mercado representado es eso que llaman “zorros plateados” hombres maduros que lucen con orgullo su poderío y sus canas.

“La sociedad les permite a ellos cosas que a ellas no se les consienten”, dice Lourdes Bermejo y pone como ejemplo lo que en su casa  denominan en tono jocoso “el plan renove”:  señores con estatus y poder que cambian a su pareja de vida por mujeres 20, 30 o incluso 40 años más jóvenes que ellos.

Inma Chacón atribuye estos comportamientos a esta sociedad nuestra donde prima más la estética que la ética, donde el canon de la belleza  exterior está impuesto por una industria, la de la moda, que controlan los hombres: “Cuando decidí dejarme las canas, mis amigas, mis hijas me decían alarmadas ‘no te las dejes que te vas a poner 20 años encima’ y de hecho no me atreví hasta que dejé de trabajar, la transición de teñirse a dejarse canas no es fácil”.

Una sociedad para todas las edades

La discriminación laboral está echando del mercado a los mayores de  50 años e incluso a partir de los  45. Funciona el estereotipo de que más allá de una determinada edad nos volvemos inútiles o que nos somos capaces de adaptarnos a las nuevas tecnologías. Para la gerontóloga Lourdes Bermejo el edadismo es incomprensible: “El racismo, el machismo, siendo discriminaciones inaceptables basadas en relaciones de poder podrían comprenderse desde esa misma posición egoísta y de poder, pero a mayores vamos a llegar todos, estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, estamos yendo contra nosotros mismos cuando tengamos 20 o 30 años más y favoreciendo que a nosotros cuando seamos mayores no se nos traten bien”.

Esta experta nos recuerda que las personas mayores no son un colectivo homogéneo, frágil y dependiente aunque la sociedad se empeñe en ello. Una de las manifestaciones del viejísimo, palabra que tampoco está en el diccionario, es  el exceso de familiaridad y de cercanía. “¿Por qué se les ponen la palabra ‘nuestros’ delante de mayores?”, nos interroga: “¿Nos gustaría que se hablara de nuestras mujeres? Esa es solo una de las expresiones lenguaje edadista e infantilizador”.

Una opinión que comparte Inma Chacón: “Si llamamos abuelos a todas las personas mayores les estamos despersonalizando, les quitando su personalidad, les estamos uniformando. Parece que por tener 90 años todos los jóvenes me tienen que llamar abuela. Si quieres llamarme, hazlo por mi nombre porque yo solo soy abuela de mis nietos“.

Parte de ese edadismo del lenguaje se debe, dicen las expertas, a los medios de comunicación que siguen utilizando palabras como “tercera edad, ancianos, dependientes, viejos, viejas”, vocablos que han dejado de usarse en la gerontología. Desde 1992  hay  investigaciones que demuestran que las personas mayores quieren ser llamadas así o si no como personas adultas mayores.

Si todos vamos a envejecer, porque la alternativa es peor, lo más razonable seria aprovechar lo hermoso del momento que vivimos. Aprender a respetar la diversidad y la libertad de todos los grupos de población porque está comprobado que la discriminación por edad tiene consecuencias graves para la salud, el bienestar y los derechos humanos de las personas.

FONTE: RTVE

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